miércoles, 3 de octubre de 2012

Arena


Un nuevo día.
Nuevas tareas:
  • contar el material faltante.
  • ver cuantas herramientas me robaron.
  • comprar una cámara de fotos
  • comprar una bitácora con capítulos comenzados y a completar con el hotel 
Escoba en mano, comencé a barrer un poco para quitar los escombros de las paredes que antes, majestuosas e imponentes, recibían a los posibles inquilinos, que se paraban en seco al verlas, pero al no ver seguridad ni decisión daban media vuelta y seguían con sus viajes. Paredes que llegaron a tener zócalos  pero no techo que las cubra. El clima adverso las humedeció.
Un hoyo en medio del hall de entrada, necesita hormigón, piedras, fierros y esta vez sueños en lugar de miedos. Será una barrera que jamas podrán pasar las sombras.
Herramientas, faltan muchas, que en estados complejos de mi personalidad las he regalado, perdido o tirado vaya a saber uno donde.
Bueno, preciso una parada para el colectivo. Tomo uno de las húmedas varas que iban a ser las cabreadas de mi techo y la entierro al borde de la calle, en un ángulo recto con el suelo. La sangre de mis dientes lo van a pintar. Listo, ahora queda esperar.

-o-

Humeante, a lo lejos, un camión de arena se acerca. Un Ford muy percudido, pero con un moto que aun aguanta un par de construcciones más. No puedo diferenciar la oscuridad del humo, de la gris arena. Arena de playas donde nadie se baña. Arena familiar. 
Se oyen desde hace cuatro cuadras como rechinan los frenos.
Sin escaleras subo, y la arena se pone pastosa. Asomando la cabeza por los bordes del viejo camión trato de ver cuanto falta.
La arena comienza a escurrirse entre las hendijas de la compuerta de la caja del camión, haciendo que los pequeños granos se vuelvan acomodar azarosamente. De entre la arena o de la arena misma, una melena asoma. Una femenina cabellera, que el viento se lleva de a porciones junto a las piedrecillas de la tierra, pero que renacen con diversos movimientos, ondas como las de mi terreno. Curvas que jamas podrían replantearse.
Dentro de esas ondas dos órbitas ocultas recorren la caja del camión, y la arena sigue en un, pareciera, perpetuo movimiento hasta que se clavaron en mi obrero rostro. Otra nueva y solitaria onda se dibujó, una media onda. Sus puntas un tanto lejanas, forman un valle entre medio.  La bomba de desagote que llevaba para cambiar comenzó enérgicamente a funcionar, y entre órbitas y ondas, un rostro se terminó de dibujar. 
¿Era tal vez otra propietaria?¿Una dueña de un hotel? Y si lo fuera ¿El de ella también esta inacabado?
Y en ese momento entendí el porqué de la cámara fotográfica y la bitácora: debería haber capturado ese rostro, hoy casi lo olvido. Y la bitácora ya comenzada era para regalarle finales, tuve ante mis ojos un gran final.
Uno nunca sabe cuando se puede hablar de negocio inmobiliarios y mas aún, cuando se puede uno hacer de una socia.

PD: Escuchar con auriculares


El Dueño del Hotel